la pesca artesanal es mucho más que una actividad productiva, se sugería en la última columna. es un modo de , un código simbólico, una forma de ser, una identidad.
en un país con 85 mil . de costa, la cultura caletera, de mar, es basta y profunda. sin embargo, el país gusta de poner su identidad en el valle central; da la al mar, no lo ve, no la encarna.
la es un ejemplo. busca en la de pino, la cazuela de pava o el pastel de su identidad culinaria. el , la de chillan y el de cordero.
en el otro borde, el océano infinito espera. espera dejar de ser “recurso” para pasar a ser inspiración.
y si probáramos con los erizos en salsa verde, las machas parmesanas o el chupe de loco e hiciéramos con ellos lo mismo que han hecho las mejores cocinas latinoamericanas, que han reconocido su origen popular, indígena y mestizo. así el perú ha convertido el ceviche en icono mundial y con él ha puesto en valor toda la costa en su conjunto.
y si fuéramos más lejos y nos enorgulleciéramos de nuestros porotos con luche, nuestra empanada de lapas y el caldillo de vieja. y sí descubriéramos una comida caletera, lejana al restorán de playa, que desborda de autenticidad, de la pureza de sus materias primas, de su olor a océano.
el pasado fin de semana me extasié viendo la cara de unos franceses al probar el charquicán de cochayuyo con pebre picante. eso.
entonces. parte de usar el rolls royce como rolls royce y no como citroneta es valorar la joya que representa la pesca artesanal y toda su cultura para nuestro país.
somos de mar. una identidad que nos habita como país y que ni siquiera hemos descubierto en plenitud. ser de mar es más que recursos, tecnologías y cuotas. es ejercer cultura; es la pesca artesanal y sus familias, es la costa como forma de vida, con límite en el horizonte.