Comunidades locales, Estado y empresas: Tres perspectivas sobre el territorio.

el término territorio, derivado del latín “terra”, refiere a: “cualquier extensión de la superficie terrestre habitada por grupos humanos y delimitada (o delimitable) en diferentes escalas” (giménez, 1996: 10). es decir, el espacio territorial estaría lejos de ser un área virgen, indiferenciado o neutral, que sólo sirve de ámbito contenedor de la  social de un grupo determinado de personas en un lugar específico, por el contrario, es un espacio valorizado instrumentalmente, esto es, ecológica, económica y geopolíticamente; como también culturalmente, en que las poblaciones se apropian simbólicamente del espacio circundante.

dichas valorizaciones, son comprendidas desde los particulares constructos culturales que desarrollan las diferentes organizaciones sociales que hacen uso del espacio físico circundante. de esta manera, la consideración de un área de refugio y sobrevivencia por parte de un grupo humano en un lugar dado; la transformación de un , o hito geográfico e histórico en un lugar sagrado; la transformación de una extensión territorial como  para la conformación de un estado, tribu o comunidad; el amor al terruño o la pertenencia identitaria a un lugar determinado; o la relación de la nación con el territorio en los pueblos indígenas, constituyen entre otras asociaciones más, una de las más variadas formas y modos de tejer las relaciones entre sujetos, comunidades y espacios físicos.

algunos autores sociales vienen propugnando en el último tiempo, y lo que sería un proceso de desarrollo que se opone a los que caracterizaron las primeras etapas de conquista y asentamiento territorial por parte de los estados nacionales, que la visión de apropiación del territorio está viviendo un sentido de “desterritorialización”,  originado a partir de las crecientes tramas urbanas que han supeditado a los individuos a espacios cada vez más reducidos, como tiende a suceder en los numerosos barrios residenciales y grandes conjuntos de apartamentos, entre otros espacios urbanos más. las sociedades de hoy, bajo esta lógica urbanística de alcance global, se ven inmersas en un conjunto de transformaciones tanto en sus relaciones cotidianas como en las influencias regionales que ejercen, y que en consecuencia, irían concluyendo el apego –según estos autores- al terruño, al sentimiento del localismo y de comunidad en su relación con un espacio territorial delimitado, es decir, sociedades con grupos de comunidades deslocalizadas producto de los múltiples procesos de migración, alta densidad poblacional, relocalización, interculturalidad y comunicación global entre otras (giménez, 1996: 9).

sin embargo, la realidad de muchas comunidades locales y rurales, están fuera de estas lógicas de desterritorialización, que es analizada y entendida bajo contextos urbanos de alta densidad poblacional.

para el casos tan concretos como las participaciones ciudadanas, consultas indígenas, y otros temas concernientes a situaciones que involucren a las comunidades locales y a los pueblos originarios en sus hábitat o lugares reivindicados por ellos, la dimensión territorial se posiciona como un factor central al momento de preservar, proyectar o intervenir un espacio geográfico determinado, sea esto desde el estado, las  -o el mundo privado-, como de las mismas comunidades indígenas.

los tres actores con lógicas diferentes respecto de un mismo territorio. 

 

el territorio desde la perspectiva de los pueblos originarios y las comunidades locales:

 

desde la perspectiva cultural enfocada en los temas indígenas, el concepto de territorio se puede explicar de la siguiente forma:

 

“los llamados ‘recursos’  -el , los cerros, las cataratas, los animales, pero también las personas, los espíritus del bosque y cada pequeño insecto- son primero seres integrantes de un espacio de relación que a su vez les identifica en el  y les sitúa en la historia, en el medio ambiente, en la economía y en la sociedad. ese espacio de relación no es un espacio repartido en zonas de uso. desde esta perspectiva, el territorio indígena lejos de constituir una extensión geométrica enmarcada en hitos físicos que separan y delimitan, no es otra cosa que la consolidación de un tejido muy específico y singular de vínculos sociales entre los diferentes seres que constituyen el entorno, entre otros, las personas humanas y sus sociedades, cada  con sus intereses y necesidades, que se vinculan en un espacio determinado” (tierra adentro. territorio indígena y percepción del entorno. 2004: 12).

el territorio desde la perspectiva del estado:

actualmente es el estado el encargado de “administrar” los territorios. para eso crea sus propias categorias administrativas (regiones, comunas, areas de desarrollo indgena, etc.). estas categorias le sirven al estado para cumplir su misión, aunque muchas veces no se condicen con la propias categorias de los habitantes locales, es más, muchas veces incluso se contraponen. (un  ejemplo es la nación aymara que incluye partes de , bolivia y perú).

este sentido administrador, posiciona al estado con un rol articulador en los territorios intervenidos, y entre las comunidades locales con los inversionistas privados o grandes empresas.

 para josé luis garcía ruíz, autor español del libro “introducción al derecho constitucional”, explica que el estado no puede existir como tal sin un territorio sobre el cual pueda ejercer su poder y mecanismos de regulación sobre la población que habita sobre dicho territorio.

en este sentido, el autor observa tres características del estado y su visión del territorio[1]:

1) el territorio como lugar sobre el que se ejerce una especie de propiedad por parte del estado. pero resulta obvio que no  el territorio de un estado es de  público (bienes públicos en general por contraposición a los privados). se distinguen entre aquella parte del territorio que pertenece directamente al estado y sobre la que éste ejercería un dominium en el sentido de tener sobre el mismo un auténtico derecho real, del resto del territorio cuyo dominium pertenece a los particulares y sobre el que el estado ejercería un imperium como poder político. sin embargo, parece que esto último más que ejercitarse sobre un lugar físico se aplica a las personas que están en ese lugar, es decir a la población.

2) el territorio como límite, es decir un espacio físico caracterizado positivamente porque dentro del mismo el estado ejerce su poder en exclusiva; y negativamente porque constituye un límite a la competencia del estado que no se puede ejercer más allá de sus fronteras.

3) el territorio como elemento imprescindible para diferenciar al estado como sujeto del derecho internacional, para el cual un estado tiene derecho sobre el territorio que lo forma, mientras que para el derecho interno, el estado tiene competencias en dicho territorio.

el territorio desde la perspectiva empresarial:

 las grandes , dado sus particulares procesos históricos, tiende a considerar al territorio desde una perspectiva urbana y de rentabilidad. esto es, su imaginario se construye desde la óptica de la desterritorialización (como explicábamos líneas más arriba), como también de la maximización del recurso -natural o no- que quiere convertir en utilidad y beneficio para sí.  es decir, que las lógicas dadas desde una empresa y una comunidad local rural o indígena respecto del territorio, pueden alcanzar un importante grado de oposición.

dado que cada vez más las propias comunidades locales y el rol administrador del estado exigen a las empresas cumplir ciertos estándares de relacionamiento territorial y cuidado socio-ambiental; las empresas han debido mejorar sus procesos de inserción territorial. de esta manera, el territorio aparece como ámbito en el cual operar e insertarse desde diferentes perspectivas, pero que necesariamente, deben saber integrar relaciones con las comunidades locales, indígenas y con las administraciones locales.

para las empresas, y según un documento elevado por la cepal sobre “empresas, entorno empresarial y territorio” (2008), existirían tres elementos básicos que hay que tener en cuenta en la generación de las ventajas competitivas dinámicas. éstas se refieren a los cambios o mejoras introducidas al interior de las empresas, en las cadenas productivas y en el territorio donde se ubican. en donde la relación entre las empresas y el territorio es biunívoca, esto es, de la misma manera que las ventajas competitivas de las empresas y grupos de empresas se ven influidas por las características del entorno territorial, también la estrategia e interacción entre empresas influyen en la dinámica y estructura territorial. por ello, dicha intervención territorial, debe necesariamente readecuar sus lógicas de incidencia territorial, tanto para el ámbito de comunidades urbanas como rurales.

en este sentido, la cepal augura que si bien la empresa compartimenta el territorio a intervenir para maximizar la rentabilidad de lo producido en el área acotada para tales fines, existe una creciente tendencia a redefinir la importancia de los territorios, por tanto, es un campo más amplio de aspectos que los relativos al mundo empresarial, mostrando con ello la relevancia de las circunstancias sociales, institucionales, políticas y culturales para la construcción de nuevas empresas. de esta manera, el documento de la cepal, observa que en las redes de empresas y sistemas productivos locales las competencias vienen, en general, definidas por las complementariedades entre actividades, instituciones y organizaciones, y por la forma cómo éstas se gestionan. 

 lo anterior, se trata de un hecho colectivo y no una circunstancia individual.

comunidades locales, empresas y estado tienen hoy un gran desafío del cual hacerce cargo: cómo se integran tres maneras tan diferentes de comprender y vivienciar el territorio, para generar habitat cada vez más equilibrados y prosperos para todos. en eso estamos.

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